Los ruidos ajenos

Cuando los ruidos son de uno, no hay problema, cuando llegas de madrugada, digamos ¿entonado? caminas y hablas  como si aún estuvieras en el pub. Haces tus necesidades, tiras de la cisterna, te lavas los dientes, haces tus gargaras y te acuestas. A roncar. Si la reunión de amigos es en tu casa, pasa lo mismo, el tono se va subiendo, la música se pone a un volumen normal, que los vecinos duermen, pero tu sigues chillando como si estuvieras solo. Chistes, anécdotas, criticamos al jefe, hablamos de parejas, mujeres, hombres, crisis, juergas varias, futbol, kilos, arrugas, canas, panza, deporte, gimnasia, verano. Joder tengo que ponerme a dieta! Todo esto regado con carcajadas y venga copas. Para que contar la despedida. En el descansillo del ascensor. Menos mal que es Sábado y nadie se ofende en tu edificio.

¿Pero qué pasa cuando el que llega a las tantas con un pedo descomunal, con amigos y hablan hasta el amanecer son los vecinos?

Tu durmiendo tan tranquilamente de repente empiezas a escuchar mucho ruido, un zapato, otro zapato, el ruido de una monedas rodando por la habitación, unas llaves....La cisterna, los dientes ( no que se caen ,que se lavan) las gargaras, el clik que por fin te avisa que se van a dormir. Y esperas el ronquido. Pero nada. Ala...juerga interminable. Mierda piensas, espero que acaben pronto porque con estos ruidos no se puede dormir. 

Es que las casas de ahora las paredes son de papel. Se escuchan las carantoñas a los bebés, las broncas a los niños y como consecuencia el llanto, las discusiones, los ladridos de los perros, las risas, las toses, el despertador, cuando bajan las persianas, cuando las suben, la lavadora si la ponen pronto, en fin. Todo.

La verdad es que cuando hablan no se les entiende exactamente; tendrías que subirte a una escalera, que siempre es peligroso, con un vaso en una mano, pegarlo al techo junto con tu oreja. Es un auténtico suicidio y el colmo del intrusismo. ¡Imagínate que movida!

Una vez hubo un incendio en mi barrio y tuvo  que venir la vecina a preguntarme que qué pasaba que había tanto ruido. Ella sólo oía las sirenas de los bomberos y policía. Yo se supone que debía oír y además tenía acceso directo al incendio. Gracias a ella pudimos ver el espectáculo desde mi ventana.

Aquí hay calles enteras que se ponen de moda porque al tener unos cuantos  bares ya la llaman la "Ruta de los Vinos". Imagínate vivir en esa zona. Cuando por fin se acaba la fiesta en esas calles, pasa el camión de la basura recogiendo las cantidades industriales de botellas que los bares gastaron y eso todos los días. El ruido debe de ser infernal. Hay que dormir con tapones.

Afortunadamente yo vivo a las afueras y no tengo más que el ruido del los vecinos. Francamente tengo unos vecinos maravillosos, discretos y muy tranquilos. Jamás oí un ruido desagradable, mentiría si alguna vez oí voces violentas. Oigo las carantoñas. Eso me gusta o el llanto de un recién nacido.

Sabemos que en todos los sitios se cuecen habas y hay que respetarlo. ¡Que vamos a hacer!